He de decir que antes de escribir esta entrada ya tenía pensado escribir otra contando el bajón que tenía mientras a muchos de mis compañeros les daban trabajo y a mi no. Me estaba frustrando la verdad porque quería quitarme ya la etiqueta de "recién diplomada sin trabajo", no me sentía enfermera, aunque parezca una soberana tontería. Hasta que hace tres días todo cambió.
Iba de camino a una clínica privada a entregar mi curriculum cuando, al bajar del autobus me suena el móvil. Bueno, antes debo hacer un flashback [Hace una semana me llamaron del hospital de mi ciudad, donde hice prácticas y me dijeron que siguiera atenta al móvil, que cualquier cosa que surgiera me llamarían ¬¬ Me cagué en todo, cuando vi el número del hospital creía que me iban a dar trabajo, me quedé con una cara de IMBÉCIL...] fin del flashback. ¿Por donde iba? Ah sí... me dirigía a la clínica cuando me suena el móvil de nuevo. Creía que me iban a decir lo mismo de hacía unos días aunque ya hubiera sido mala leche... descuelgo y la gran noticia: había una baja en el servicio donde hice prácticas el último mes (sí, sí, donde estuve genial) y que empezaba esa misma tarde. ¿QUÉ? Ok, sí, claro que quiero trabajar.
Era la una de la tarde, lo que significaba que tenía que volver a casa corriendo porque en dos horas, antes a poder ser, debía de presentarme allí. A las dos y veinte ya estaba allí, con los nervios ni siquiera comí. Me dijo el supervisor, majo donde los haya, que en realidad empezaba al día siguiente con turno de mañanas (y sin fines de semanas, ¡bien!) pero que esta tarde estaba con el enfermero (otro chico mu majo que ya le conocía de las prácticas) haciendo un poco de repaso y reestableciéndome un poco.
Los dos días que he estado allí bastante bien, con pies de plomo porque manejar las quimios es un tema complicado y delicado. Pero aún así yo voy a mi ritmo para hacer las cosas lo mejor que pueda.